Las ciudades son espacios que configuran la calidad de vida, el desarrollo económico y la felicidad de sus habitantes por sus habitantes.
Desde esta premisa, la realidad es que las ciudades son espacios donde el poder político (y en muchos casos los intereses de los poderes económicos) desarrollan acciones desde su visión parcial y partidista sin tener en cuenta durante 4 años a los ciudadanos, todo con la bendición de que somos los representantes que hemos sido elegidos.
Si nos aproximáramos a otros países podríamos comprobar que existen otros modelos de desarrollo de ese ejercicio de poder democrático, en los que los ciudadanos participan de una forma más plural en la configuración de su hábitat.
Centrándonos en España y ante las próximas elecciones municipales, se escuchan programas y propuestas que desde una visión partidista determinarán, configurarán y condicionará este espacio urbano. Pero ¿bajo qué plan estratégico plantean estas propuestas? Las inversiones a las que se comprometen ¿son las que dentro de 20 ó 30 años habrán incrementado la felicidad de sus ciudadanos?
La experiencia demuestra que un equipo de gobierno unilateralmente decide construir un museo o edificios con distintas utilidades, cede suelo a entidades deportivas privadas o configura un transporte público, no como parte de un plan global estratégico, sino como parches, como titulares con los que pretenden puntualmente ganarse el voto de los ciudadanos.
Esta gestión de visión cortoplacistas empeña y entrampa la configuración de la ciudad. Determina la calidad de vida, las inversiones económicas de empresas, determinan el empleo y la posibilidad de reinversión en educación, determina el turismo.
Esta gestión, anticuada, obsoleta y cateta, contrasta con la gestión de cientos de grandes ciudades en el mundo que en estas décadas han logrado configurarse dentro de los rankings de las urbes con mayor calidad de vida y desarrollo económico. Sirva de ejemplo el proyecto de Barcelona, iniciado y desarrollado por gobiernos municipales que sabían que no verían en sus legislaturas finalizadas las obras pero que han entendido que la labor de cadena de transmisión era más importante que un poder municipal temporal.
Si ponemos la lupa en España podremos comprobar como Málaga ha ido ejecutando mes tras mes, año tras año, una configuración de ciudad en la que casi se ha obviado el que esté al lado del mar para que se la vea como la ciudad moderna, de los museos y el turismo, donde invertir a las grandes empresas les resulta atractivo.
Por contra, Córdoba, sin una seña de identidad de futuro común, se limita a repetir los tópicos, tratando como nuevo ricos de tener un museo de arte moderno muerto de risa, sin un palacio de congreso competitivo y no reciclado, con continuos parches que no vertebran desde hace décadas una maravillosa ciudad en la que la inversión de nuevas empresas apenas existe, donde las numerosas iniciativas de colectivos y entidades desarrollan importante labor que no se entrelaza con la de la política municipal.
¿Cuándo los partidos entenderán que la labor suya es de gestión, de servir de lubricante para que el tejido ciudadano, empresarial y universitario, participe y aporte en el diseño del futuro común para todos?
¿Qué partido propondrá un proyecto de City Branding real?
Estoy muy de acuerdo con tu artículo. Es más, esa charla la tuve hace tiempo con mucha gente cuando Córdoba y Málaga competían por ser Capital de la cultura en 2016 y siempre se aludía al patrimonio, obviando que la cultura es mucho más. Y en Málaga ha habido mucho movimiento para «compensar la falta de un monumento emblemático»…
Sin embargo no estoy de acuerdo con lo de obviar el mar. Conscientes del turismo actual y de las perspectivas de nuevo turismo cultural, lo primero que modificaron fue el puerto, que pasó de ser viejo a ser una zona comercial y de ocio (cara), de forma que resultara muy agradable la primera toma de contacto del turismo marítimo con la ciudad. Y ahora encima lo han culminado con la apertura del Pompidou, situado en el mismo Muelle Uno.
En definitiva, como bien dices más de uno debería tomar nota, pero en política en vez de pensar en los beneficios para la ciudad o el ciudadano, siempre está el miedo de promover algo que termine inaugurando tu rival…
Un abrazo